Si 2018 fue el año del project pan, 2019 ha sido el del low/no-buy
Hoy os hablo de las conclusiones que he sacado tras 12 meses de controlar mejor mis finanzas, lo que he aprendido y en lo que he mejorado.
Decidí hacer este reto para aprender más sobre mis hábitos. El año pasado me enseñó mucho sobre las situaciones que detonan mis impulsos compradores, a controlarlos y a ponerme un presupuesto para cada aspecto de mi vida que no fuesen las facturas y pagos fijos habituales. También aprendí que el maquillaje tarda mucho más de lo que creemos en gastarse, y que no tenemos todo el tiempo del mundo para ponernos todo lo que hay en nuestro armario.
Contar con esos números límite me ha obligado a elegir con más cuidado mis compras y a no añadir cualquier cosa a mi carrito. De algunos apartados he superado mi presupuesto por no haberlo ajustado correctamente al principio, pero me ha servido para ver cuáles necesitan más y menos dinero, y de cuáles aspectos puedo ceñirme aún más el cinturón porque no necesite realmente cruzar el límite.
Llevar un cómputo de lo gastado (tanto en dinero como en productos terminados) puede resultar tedioso pero también muy informativo. Olvidándonos un poco ahora de los números como tal, ver qué productos realmente uso hasta la última gota y cuáles me resultan difíciles de acabar ha hecho que vea en qué merece la pena invertir mi dinero y qué tipo de cosas no tengo que comprar más, básicamente porque no me gustan ni me son útiles.
En cuanto a maquillaje, he notado que los labiales líquidos, los esmaltes de uñas y las bases de maquillaje son cosas que no uso jamás, o MUY de vez en cuando. ¿Mi solución? No volver a gastar ni un euro más en esos productos. En cambio he notado que los labiales en barra, las mascarillas de arcilla y los aceites son elementos que disfruto mucho usando, así que he decidido usarlos más e invertir en ellos cuando se me acaben.
En cuanto a mi presupuesto, algunas secciones han equilibrado a otras. Lo idea hubiese sido que todas las secciones estuviesen bajo lo marcado, pero ha sido imposible.
Ha sido muy educativo hasta mediados de año para ver hacia dónde viraban mis instintos, pero al ver que me estaba saliendo de mi presupuesto me marqué un no-buy durante los últimos 4 meses de 2019. Con esta medida he querido suplir los excesos de esos 2 primeros trimestres y lo cierto es que ha funcionado muy bien.
Mi plan (porque hoy, a 16 de diciembre, aún está activo) es no comprar nada de ropa, zapatos, maquillaje, libros o material artístico hasta el próximo 1 de enero de 2020. No diré que ha sido algo fácil, pero lo he estado llevando bastante mejor de lo que esperaba. Sólo he repuesto productos básicos que se me han ido acabando (aceite desmaquillante, máscara de pestañas, pasta de dientes...) pero no he comprado ningún repuesto extra.
Durante estos meses he tenido antojos de mil cosas, pero lo que he hecho en vez de comprarlos ha sido apuntarlos en una libreta, como una "lista de la compra" para enero. Esto no significa que vaya a comprar todo lo que haya apuntado el primer día del año: esa lista me ha servido para dejar enfriar esos impulsos e ir viendo que no es necesario hacerme con todo lo que me gusta. De vez en cuando echaba un vistazo a la lista y borraba algo que ya no me seguía interesando, o del que veía que podía usar otra cosa que ya tenía en su lugar.
Este sistema me sigue pareciendo muy útil y quiero seguir usándolo durante 2020. Pequeños retos de 100 días, ir cambiando las secciones a ahorrar, marcarme objetivos claros con números concretos a conseguir durante el año... Tener una meta hace que el proceso sea mucho más sencillo.
Esto ya no es algo económico (aunque es un aspecto muy importante) sino también medioambiental y social. 2018 fue una apertura de ojos muy importante, pero conseguir ser una consumidora consciente 100% no se consigue en 2 días, ni en 6 meses, ni en 1 año. Así que espero que me sigáis acompañando en esta aventura durante 2020.
Y vosotras, ¿os habéis propuesto objetivos económicos para el próximo año? ¡No dudéis en comentar!
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